IMAGINARIO INDÍGENA EN LA HISTORIETA PICHINAHUEL DE JULIO BERRIOS
A través de la historia, las imágenes
han sido las encargadas de proponer y postular diferentes relatos que se pueden
entender desde distintas perspectivas que siempre dependen del contexto en el
que se encuentra el lector y que en algunas ocasiones amplían y exceden el
relato de la propia obra. Sin embargo, las imágenes no son creadas por
casualidad, si no que proponen, generan un discurso, a veces invisible.
El objetivo de esta entrega es
establecer la relación entre imágenes que provienen del antiguo mundo
prehispánico y que se vinculan estética y conceptualmente a imágenes contemporáneas
vinculadas al lenguaje de de la historieta o narrativa gráfica, perpetuando un imaginario
americano mitológico. La pregunta que se hace esta investigación es si
efectivamente las imágenes que utiliza el dibujante y guionista Julio Berríos
homogenizan las culturas indígenas quitándoles identidad, convirtiendo todo en
un único mundo sincrético americano o si hacen un aporte desde el discurso de
la alteridad.
A
través de un análisis estético de parte de la obra Pichinahuel del chileno Julio
Berríos, veremos cómo las imágenes de su historieta perpetúan o no ciertos cánones
de la visión que se tiene de las primeras naciones. En Chile ha existido una
incipiente tradición de historieta relacionada con el mundo indígena y que ha
aumentado en los últimos años con trabajos como Cautiverio Felis (Tirapegui,
Hernández), Nosotros los Selk’nam (Reyes, Elgueta), Galvarino (Castro, Salinas),
Lautaro (Inostroza, Muñoz, Benavides). No obstante, uno de sus más destacados
cultores fue el autor Julio Berríos (1931 – 2016) que colaboró en importantes editoriales
como Zig-Zag, Quimantú, Gabriela Mistral, Mundicrom, Ediciones Molino,
Editorial Condell, la Fleetwat inglesa y en publicaciones como la revista El
Zorro, Mampato, diario La Tercera y la revista juvenil Dos Puntos, entre otras
Pichinahuel
(pequeño jaguar en mapudungún) es una de sus historietas de aventura que se
publicó originalmente en la Revista Dos Puntos en 1990, escrita y dibujada por el
propio Berríos. El autor estuvo constantemente trabajando un imaginario indígena
y sería uno de los más importantes en hacerlo utilizando para ello el lenguaje
de la historieta. Además de su labor
respecto de la cultura mapuche, también estuvo interesado en otras
culturas como la rapanui o la maya, rescatando este imaginario en un momento en
que Chile estaba saliendo de una larga dictadura, cuyos lineamientos
educacionales estaban muy alejados de intentar proponer una relación amistosa
con los pueblos originarios, si no más bien tenían la intención de unificar a todos los ciudadanos como chilenos,
sin distinción de otras herencia culturales, haciendo desaparecer la idea de interculturalidad o de pueblos nación, según
da cuenta de ello el artículo 10° de la Constitución de 1980: “Son chilenos: Los
nacidos en el territorio de Chile”.
Pichinahuel,
Pequeño Tigre, es la historia de un joven mapuche y de su relación con el
territorio que habita y de la conflictiva convivencia con las culturas vecinas.
Este territorio, según podemos interpretar sería, una vez llegados los
españoles, la futura zona central de Chile. En la revista Dos Puntos se
llegaron a publicar dos historietas de este personaje. La primera presenta a
Pichinahuel, como un niño mapuche cuyo padre ha muerto a manos de la gente del
norte, los incas, con quienes su pueblo tiene algunos encuentros violentos cada
cierto tiempo. En esta aventura, Pichinahuel sigue a un puma que se ha llevado
un animal de su ganado. Le persigue hasta que se encuentra con un extraño, un
posible extranjero, quien se hace pasar por su amigo, pero le droga para
ofrecerlo en sacrificio humano. En este ritual, al parecer en sueños,
Pichinahuel ve a su padre peleando contra los incas. Al despertar, se encuentra
solo en una cueva con una llama que le indica el camino de regreso a su casa.
Ahí le esperan para celebrar la fiesta de la última victoria.
En
una segunda aventura titulada: Pichinauel en la Garra del Cóndor que, como ya
se dijo antes, también se publicó en la revista Dos Puntos, el protagonista mapuche
junto a un grupo de jóvenes son reunidos
para realizar un proceso de iniciación a la sabiduría de la comunidad. En la
noche son visitados por sombras que parecen cóndores. Los niños piensan que
pueden ser adultos disfrazados para asustarles. Sin embargo, en la mañana,
encuentran que el ganado está muerto, junto a varias señales de un ajuste de cuentas:
una garra de cóndor. Así la historia continúa con la búsqueda de quienes están
detrás de la carniceria, logrando capturar finalmente a un curaka y recuperar así
la armonía cotidiana. La tensión, de las dos historias, entonces, siempre está
latente entre la comunidad y el extranjero.
La
importancia de la historieta como lenguaje eficaz para relatar historias está
altamente estudiada. Scott Mc Cloud, historietista, ya en la década de los 90s,
en su libro Understanding Comics, reflexiona al respecto:
Hoy en
día, las posibilidades del comic, como han sido siempre son infinitas. El cómic
ofrece enormes recursos tanto al escritor como al dibujante: exactitud,
control, la posibilidad de ser oído por doquier sin verse obligado a transigir.
Ofrece variedad y versatilidad junto con el potencial de imágenes del cine, la
pintura, más la intimidad de la palabra escrita.
Por
su parte, el historiador e investigador del cómic, Therry Groensteen, lo analiza en su “Sistema
de la historieta” comparándolo con otras artes: "Esta plasticidad de la
historieta, que le permite transportar mensajes de todo orden y narraciones no
necesariamente ficticias, demuestra que, antes que ante un arte, estamos frente
a un lenguaje”
Cuando
se lee la historieta Pichinahuel, independiente de saber que es una historia de
aventuras y que hay un alto nivel de ficción, es imposible abstraerse y no
preguntarse qué tan exactos serán los datos visuales, iconográficos que vemos
en sus páginas. De la primera historieta que encontramos en la revista Dos
Puntos, extraeremos una sola viñeta que analizaremos punto por punto (Ver
ilustración 1)
Para contextualizar, esta viñeta se encuentra
en el primer número de Pichinahuel. El joven mapuche viene de un encuentro con
un extranjero a su comunidad. Al parecer, por sus atuendos distintos a los de
Pichinahuel, el foráneo proviene del norte, lugar donde se encuentran los
incas. Previo a la viñeta que analizaremos, el anciano extranjero le droga,
puesto que el niño le ha visto y teme que revele su paradero a su gente “la más
belicosa de la tierra”
En la viñeta que nos ocupa puede verse un
plano general de un altar de piedra
donde yace el personaje principal, Pichinahuel, que recostado sobre el altar de
piedra está a punto de ser sacrificado. Aunque toda la historieta está en
blanco y negro, a la usanza de los viejos grabados, se puede ver la luz que
proviene de una especie de sol-ídolo que parece flotar en la parte superior
derecha de la viñeta. Hacia la izquierda, sobre un rewe mapuche puede verse una
machi tocando un kultrún. Detrás pueden vislumbrarse unos árboles que no
estaban antes en el interior de la cueva a la que el anciano extranjero ha
llevado a Pichinahuel. Alrededor del altar hay personas masculinas con
vestimentas que se asocian a lo mapuche y otras que portan máscaras o que llevan
en sus cabezas pieles de animal, que podrían ser guerreros jaguares maya o de
la Amazonía. En el centro del altar, con un cuchillo en la mano derecha, un
hombre con un tocado asociado al mundo incaico se prepara para hacer el
sacrificio. Abajo, a la izquierda, otro personaje en cuclillas y revestido de
una piel animal levanta un cuenco como esperando recibir la sangre que el
inminente sacrificio humano derramará sobre el altar. Arriba, a la derecha, como
ya se dijo se encuentra la fuente de luz que proviene de una especie de cara hierática.
Destaca un círculo antropomorfo que parece de piedra, que exhibe el rostro sintético
de un ídolo que irradia luz y cuyos rayos, también de apariencia pétrea, asumen
la forma de cóndor, puma y serpiente. Cuando Pichinahuel está a punto de ser sacrificado,
ingresa a un mundo liminal (graficado en otra viñeta por la repetición de la
cabeza de Pichinahuel y de su cuerpo cayendo dentro de una serie de círculos
concéntricos). En ese momento el joven se da cuenta que se encuentra en “el
paraíso de los cazadores”. De pronto ve a su padre luchando en el campo de
batalla justo antes de ser atacado por un contrincante. En ese momento, Pichinahuel
recobra la consciencia y está solo en la cueva sobre el altar de sacrificios.
Habiendo determinado el lugar en el
que se encuentra el protagonista, se puede entender la percepción que tiene de
lo que ve, del mundo en que vive y, por tanto, se conforma de esa manera una
consciencia de cómo se ocupa el territorio y de cómo se habita ese espacio. La
representación que hace Berríos se encuentra en el umbral, en lo liminal, en lo
anti estructural, en lo orgánico, donde no solamente nos daremos cuenta de que
existe una relación entre los humanos con la naturaleza, sino también con lo
sobrenatural. Estamos inmersos en un espacio donde se interseccionan estos
mundos, el sueño y la vigilia, lo mítico y lo real, borrando los límites o, por
lo menos, haciéndolos más difíciles de asir. Este espacio tiempo lo definiremos
como uno liminal, como aquello que se encuentra en un vórtice intermedio, un
lugar donde se entra siendo una persona y se sale siendo otra, pues, en este
intersticio, ocurre un cambio que puede ser tanto físico/espacial como
espiritual/emocional. En las dos historias que se presentan de Pichinahuel en
la revista Dos Puntos, se habla del mismo tema: un lugar de tránsito entre dos
mundos distintos que es también un espacio de alteridad, y por tanto una zona
de riesgo. Siguiendo la sentencia de Les Robert en Spatial Antropologhy,
Scursions in Liminal Spaces:
Lastly, an
important but often overlooked characteristic of the liminalphase is its
association with danger. The attendant risk attached to the entering of a
liminal phase or liminal space is of losing a stable sense of self and
identity, or of not being reincorporated into the social world in ways that had
been. anticipated or desired. (2018, p. 57)
Parece
relevante analizar esta imagen de Julio Barríos por múltiples razones: la gran
información visual que comunica, como una especie de mash up, de crossover cultural
prehispánico en que Pichinahuel se encuentra expuesto en un ritual mágico
poderoso que contendría la fuerza de todos estos pueblos originarios. El sol,
para los pueblos solares, como el incaico y el maya es importantísimo y se
vuelve un ícono al que se le llamará ídolo en el mundo occidental. En palabras
de Gruzinski, esto no tendría que ver con una hibridación o un sincretismo:
“La
sustitución de los ídolos por las imágenes parecería incitarnos a enfrentar dos
mundos irreductibles, uno de los cuales se presentaría como el de la imagen,
mientras que el otro habría escogido el ídolo. Esa antítesis es ficticia, pues
el intercambio, al igual que sus condiciones, fue adoptado por los españoles.
Ídolo e imagen pertenecen al mismo molde, el de occidente”
Las imágenes, según Gruzinski, son solo las utilizadas en rituales
de la Iglesia Católica, en cambio ídolo será a quien rinden tributo las
comunidades indígenas (objetos falsos). En la viñeta de Berríos es esta
imagen-deidad la que como un sol distribuye sus rayos e ilumina la caverna
donde se encuentran. Este disco brilla a través de rayos que dan una gran
luminosidad. Como se dijo anteriormente, la historia de Berrios narra el
posible encuentro de la sociedad mapuche con la incaica, pero los símbolos que
aparecen en este sol son preincaicos. El centro del círculo está asociado a un
dios de los báculos antropomorfo con características felinas. Se puede asociar una
similitud importante al llamado Sol de Echeñique, un disco de cinco pulgadas
que estuvo desaparecido por años y hace muy poco, en 2017, fue devuelto por el
museo Smithsoniano a Perú y cuyo gráfico fue dibujado por Clement Barkham en
1893 cuando este fue regalado al presidente Peruano General Echeñique, tal como
se observa en estas imágenes en las que se le compara con e dibujo de Berríos:
La imagen del disco, dicen los
cronistas como José de Acosta o Pedro Cieza de León, se encontraba en muchos
lugares de la región que fueron destruidos a la llegada de los españoles. El
más famoso de ellos se encontraba en el templo Coricancha en el Cusco. Estos
discos estaban dispuestos de tal manera que el sol entraba por detrás de ellos,
mostrando solo sus rayos al atraversarlos. Se puede apreciar, que el autor
utiliza solo el centro del disco, sacando parte del borde y ciertas figuras que
el disco luce en otras imágenes. Al parecer se trataría una especie de
calendario, transmutado en una mezcla de distintos dioses de báculos. Estos
dioses efectivamente tienen báculos en forma de cóndores, pumas y serpientes
que podemos ver en las imágenes antropomorfas en la cultura Chavín de Huantar,
pero acá Berríos hace una mezcla de todos ellos – asociados después, en el
mundo incaico a Wiracocha, un dios solar-.
No
se puede dejar de notar este sol que aparece como un símbolo de luz y energía
en un personaje perteneciente a una cultura mapuche que es lunar, apareciendo en
esta especie de vórtice espacio temporal creado por Berríos, y que funcionaría como
aglutinador de todas las culturas americanas. En este caso, para Pichinahuel, sería
una metáfora de la convivencia con un pensamiento extranjero que en este caso está
siempre intentando conquistar sus tierras. Existe, entonces una desconfianza hacia
los foráneos, puesto que perturban la tranquilidad del espacio de convivencia
ya que los hombres que llegan tienen distintas maneras de ver el mundo y no
dejan espacio para que exista un pensamiento o forma de vida diferente al que
conocen. Lo que es diferente es derribado, incluso si viene de su mismo lugar
de origen. Lo extraño y perturbador no sólo lo encontraremos en estos
personajes incaicos en la historieta de Berríos, sino también en la llegada de
lo extranjero que se sitúa en contra de las comunidades que ya habitan el
territorio. Esta convivencia, a veces obligada, de diferentes culturas frente a
una naturaleza que posee su propia agencia, dará espacio a otras tensiones como
lo ominoso o liminal y se ve perfectamente en la historia de Pichinahuel. El encuentro del sepulcro momentáneo el padre le
augura la relación con este estado intermedio tan importante para los mapuche
existente entre el sueño y la vigilia.
La relación entre los pueblos originarios, su
entorno y la agencia de los espíritus y la naturaleza, se ve desde la vista del
afuerino, como extraño. Lo extraño, la fascinación por lo exterior, por
aquello que está más allá de la percepción, la cognición y la experiencia
corrientes son elementos fundamentales en esta historieta de aventuras de
Berríos y de sobremanera en la viñeta que observamos de su obra. Lo raro, según
Fisher, “es un tipo de perturbación particular. Conlleva la sensación de algo
erróneo: una entidad rara o un objeto que es tan extraño que no debería
existir, o que, al menos, no debería existir aquí”
Así mismo,
la tensión mapuche incas es evidente. Antes de caer en el limbo de la viñeta de
este análisis, Pichinahuel, enfrenta uno de sus temores más grandes frente al
poderío espiritual extranjero: “¡Oh! ¿Quiénes son esos espíritus? ¡van a dar mi
sangre a un dios que no conozco!”. La noción de extranjero como una figura de
alteridad puede ser conceptualizada como sugiere Georg Siemmel en El
extranjero (2012):
La unión de lo próximo y lo lejano, propia de toda
relación humana, adquiere en el fenómeno del extranjero una configuración que
puede resumirse de este modo: si la distancia dentro de la relación significa
la lejanía de lo cercano, el extranjero significa la cercanía de lo lejano. El
ser extranjero constituye, naturalmente. una relación perfectamente positiva.
una forma especial de interacción […] El extranjero es un elemento del grupo,
como también lo son los pobres y los distintos "enemigos interiores".
Es un elemento cuya posición supone al mismo tiempo exterioridad y
confrontación
Desde allí se entenderá lo extranjero como lo que
viene de afuera, de un territorio alejado, que no comparte cultura ni lengua y
que intenta imponer su propia visión de mundo sin llegar a comprender
verdaderamente a las personas que ya habitan el paisaje, que conviven bajo otra
cosmovisión y cultura, entendiendo el mundo únicamente desde su propia
naturaleza, contraponiéndose a los deseos del resto.
Berríos parece haber intentado fusionar diversas
alteridades en una sola imagen mixturada y propiciada por un estado de
conciencia alterada de su protagonista mapuche, que atraviesa esta traumática
experiencia onírica que le permite justamente “ver” esta confusa fusión de
imaginarios culturales que se ve reflejada en esta prodigiosa alucinación. Como
afirma Gruzinski, y que bien puede aplicarse al juego propuesto por Berríos en
su viñeta: “con el mismo derecho que la palabra y la escritura, la imagen puede
ser el vehículo de todos los poderes y de todas las vivencias”
Para concluir, está investigación se propone
descifrar comparativamente la relación que existe entre las imágenes de
distinta procedencia que Julio Berrios pone en la página de su historieta y cómo
ellas pueden llevarnos a una lectura más amplia del relato del autor que busca
justamente la mixtura, el choque cultural. Berrios no habla de las imágenes,
habla con las imágenes, haciéndolas dialogar entre ellas generando así un nuevo
relato, puesto que se generan, de este modo, relaciones con las distintas
alteridades que se leen en las imágenes Esta
investigación espera ser un aporte en este sentido y constituir una base
para futuras indagaciones sobre la imagen y el discurso de la historieta
chilena del siglo XX.
Referencias:
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https://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-93107.html
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